En pacientes alojados en unidades de cuidados intensivos (UCI) la inmovilización prolongada resulta un factor asociado una mayor morbimortalidad. Potencia las enfermedades críticas y desencadena una serie de complicaciones, tales como isquemia microvascular, catabolismo, polineuropatías y debilidad muscular, entre otras. Por el contrario, ha sido demostrado el efecto beneficioso que tiene una movilización temprana en el pronóstico a corto plazo de estos enfermos. Aplicada precozmente -en el periodo comprendido entre los dos y cinco días del ingreso en UCI– se asocia a ventajas diversas, tales como un aumento en la fuerza muscular, una menor frecuencia de delirio y una mayor independencia funcional. Todo esto se traduce en una menor duración de la ventilación mecánica y en estancias en la UCI más cortas.

Son numerosas las sociedades médicas que recomiendan, siempre que sea factible, la movilización temprana en enfermedades críticas. Y esto es algo de lo que Latinoamérica parece haber tomado nota. La región se caracteriza por ser heterogénea, pero en líneas generales la práctica se encuentra establecida. Cuenta con personal especializado y se emplean técnicas similares a las utilizadas en países más desarrollados. Pero resta aquí implementar protocolos que delimiten mejor el inicio de la indicación. Además, se necesita un mayor entrenamiento para todo el equipo de profesionales que intervienen en los cuidados de estos enfermos.

La movilización temprana de pacientes críticos es habitual

La información surge de una investigación publicada en la revista Frontiers in Medicine. Lleva la firma, en último término, de Rodrigo Torres Castro, licenciado en kinesiología de la Universidad de Chile. Se trató de un estudio de corte transversal, realizado entre noviembre de 2019 y enero de 2020. Allí, por medio de encuestas, participaron 155 profesionales dedicados al cuidado de pacientes críticos (médicos, fisioterapeutas, personal de enfermería y otros) que residen en distintos países de América Latina.

En la UCI las principales intervenciones de movilización temprana fueron: la movilización activa (90,5%), la movilización pasiva (85%) y el empleo de técnicas de posicionamiento (81%). Las actividades funcionales que habitualmente tienen lugar aquí incluyen la rotación del paciente en decúbito, la adopción de la posición de sentado en una silla, o en el borde de la cama y la bipedestación con ayuda manual o por medio de una camilla basculante. También se entrena la marcha estática y se realizan caminatas en el interior de la unidad.

¿Quiénes se encargan de las actividades de movilización temprana?

En el artículo, además, se comenta que los profesionales que con mayor frecuencia participan en la movilización temprana en Latinoamérica son los fisioterapeutas (98,7%). Son seguidos por los médicos intensivistas (61,6%), el personal de enfermería (56,1%) y los kinesiólogos respiratorios (43,8%). La contribución de médicos de otras especialidades, u otros profesionales como nutricionistas o psicólogos, se encuentra por debajo del 25% y del 15%, respectivamente.

El grado de participación de los distintos integrantes del equipo de salud está en sintonía con lo observado en otros países. Algunos estudios en Alemania y Austria arrojan resultados similares a los encontrados en América Latina. De todos modos, en el presente trabajo se pide en la región un mayor esfuerzo en el abordaje multidisciplinario de la movilización temprana. “Es necesario, para obtener el máximo beneficio en los pacientes”, comenta allí Torres Castro.

Faltan protocolos de inicio

Una dificultad que enfrenta la práctica de la movilización temprana en Latinoamérica es la falta de protocolos para su inicio. A excepción de Brasil, frecuentemente, la indicación en la región reposa en órdenes médicas o en el juicio clínico de los profesionales intervinientes. Según los autores, esto puede traer aparejado un retraso en la implementación de la movilización temprana.

“Al evaluar los criterios de los profesionales, un gran número consideró en las encuestas a la estabilidad hemodinámica y a la neurológica como las más relevantes para dar inicio a la movilización temprana”, comenta Torres Castro.

Con anterioridad, otras investigaciones han identificado a la sedación excesiva, la falta de personal, los miedos relacionados con la seguridad del paciente y la capacitación inadecuada de los profesionales, como barreras para la movilización temprana.

Los autores del trabajo esperan que los resultados sirvan de punto de partida para recomendaciones y guías clínicas adaptadas al contexto latinoamericano. “Las encuestas señalan dificultades, pero también voluntad para el trabajo en equipo”, concluyen