María Gabriela Fernández B.
La resistencia microbiana es considerada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una de las 10 amenazas mundiales para la salud pública, porque “pone en peligro la eficacia de la prevención y el tratamiento de una serie cada vez mayor de infecciones por virus, bacterias, hongos y parásitos”.
Mientras la mayoría de los microorganismos son susceptibles a desarrollar alguna resistencia (con mayor o menor velocidad), el desarrollo de nuevas opciones de medicamentos para tratarlos resulta cuesta arriba por lo rápido que ocurren algunos procesos de este tipo en entornos intrahospitalarios y en la comunidad, y por los tiempos prolongados y costos que requieren las investigaciones al respecto.
En ese contexto, conocer la prevalencia actual de las principales bacterias y patógenos resistentes, saber cómo diagnosticarlas y tener la información necesaria para tomar las decisiones correctas de diagnóstico o aislamiento resulta fundamental para los y las profesionales de salud de hoy. Así lo asegura Omar Sued, director de Investigaciones de la Fundación Huésped y nuevo presidente de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI).
Sued es coordinador, junto con la médica especialista en enfermedades infecciosas Luciana Spadaccini, del libro Resistencia Microbiana que ofrece Océano Medicina. Por un tiempo limitado, la compra de este relevante material bibliográfico podrá ser realizada a través de nuestra nueva plataforma de e-commerce con un 10% de descuento, ingresando el código OFF10 al momento de realizar la transacción en la web. El envío será gratuito hasta agotarse el stock.
En entrevista con Océano Medicina, el reconocido profesional destaca la importancia de este programa de formación y brinda su perspectiva sobre la problemática de la resistencia, incluyendo el abordaje de casos de tuberculosis y HIV resistentes.
—¿Por qué es importante que profesionales de la salud reciban una formación especializada sobre resistencia microbiana?
—La resistencia existe desde hace muchísimo tiempo y siempre que se utiliza una medicación va a existir el riesgo de que aumente la resistencia. Sin embargo, en los últimos años, este riesgo ha ido aumentado en la cantidad de virus, bacterias y otros organismos resistentes, lo que se ha convertido en una verdadera amenaza. En ese sentido, la OMS ha planteado diferentes estrategias para intentar frenar la resistencia tanto antimicrobiana como del HIV o de la Tuberculosis, que son los patógenos más importantes. Son diferentes aproximaciones y estrategias pero el objetivo final es el mismo: tratar de que no sigan avanzando las tasas de resistencia, porque se asocia a más gastos, más enfermedad y más muerte. Entonces, saber cómo prevenir, identificar y cómo tratar a los pacientes con resistencia en alguna enfermedad es crítico.
—¿De qué forma se abordan estos contenidos en el curso?
—En el curso, las personas podrán tener información accesible de qué tan frecuente es la resistencia en cada uno de los casos, cuáles son los métodos de diagnóstico mejores o que pueden dar mejor información para identificar si el paciente tiene o no resistencia y qué tipo de tratamiento son los más adecuados.
—¿Cómo describiría los tipos de resistencia?
—Si hablamos de la resistencia bacteriana, tenemos dos tipos de enfermedades resistentes: las que se transmiten dentro de la comunidad y las que se transmiten en los hospitales. Cuando ocurre la segunda, hay muchísima preocupación porque nos estamos quedando prácticamente sin opciones terapéuticas. Si una persona se ingresa en un hospital, se interna en una terapia intensiva, y se coloniza con una bacteria que esté en el hospital que ya sea resistente a los medicamentos, eso genera complicaciones muy importantes para estos pacientes, con riesgo de vida. Por eso, es tan importante en los hospitales no utilizar antibióticos de forma inadecuada, tener programas de control de antibióticos, que los Estados obliguen a que las clínicas tengan también esos programas, y que haya infectólogos dentro de todos los centros de salud.
—En la comunidad, hay algunas bacterias comunes y corrientes que se están haciendo muy resistentes y uno de los ejemplos más grandes es el gonococo resistente a todo, que es una infección de transmisión sexual que produce secreción purulenta por el pene o la vagina y que antes era fácil de tratar (primero fue con una pastilla, luego con una infección), y ahora aparecieron unas cepas en Asia que no tienen tratamiento con nada. ¿Y eso por qué pasó? porque en la comunidad estamos muy mal acostumbrados a tomar antibióticos ante cualquier duda, y los antibióticos no son un medicamento más. Los antibióticos adquieren efecto cuando las infecciones que uno tiene son bacterianas y son graves; si no, en general, el organismo las resuelve. Todas las infecciones virales las resuelve automáticamente y hay algunas bronquitis e infecciones bacterianas que también. Entonces, si cada persona que cree que porque tuvo media rayita de fiebre se toma un antibiótico por su cuenta, está generando en la propia flora bacteriana de su intestino la posibilidad de que se vaya generando más resistencia.
—Además, está la resistencia de causa comercial: Todos los salmones y mariscos de cultivo que comemos, los cultivan en peceras donde echan toneladas de antibióticos para que estos bichos vivan más; lo mismo hacen con los pollos o cerdos. Al final, uno termina comiendo estos bichos que vienen a veces colonizados con bacterias con resistencia o con genes que transfieren la resistencia y es necesario que se dejen de utilizar antibióticos en esta situación. Hay plantas a las que también les echan antibióticos para evitar que tengan alguna peste bacteriana por lo que se puede terminar comiendo también frutas y verduras con altas tasas de antibióticos.
—¿Cómo realizar el diagnóstico de la resistencia?
—En determinadas infecciones se tiene que tomar cultivos, y a esos cultivos les debes hacer una prueba para identificar la resistencia. En el curso y el libro se aborda cuándo se identifica que esa bacteria es o no resistente, cuáles son los métodos con los que se mide, y cuáles son los medicamentos más idóneos.
—En cuanto al tratamiento, si los antibióticos convencionales no son suficientes ¿cómo tratar a un paciente con resistencia?
—Nosotros vamos seleccionando los antibióticos con base a lo creemos que va a ser más efectivo por el tipo de infección pero también por la información previa que tenemos sobre la resistencia que está circulando en la comunidad. Entonces, para algunas infecciones ya tenemos claro cuáles son los tratamiento que hay que dar. Para pacientes internados con infecciones graves, hay que esperar los resultados del cultivo realizado. Entonces, si tienes una infección por ejemplo una endocarditis vamos a necesitar ver qué bacteria es o qué tipo de resistencia tiene aunque el primer día va a recibir el tratamiento empírico lo más adecuado posible. Es complicado.
—Por eso, es importante tener guías de tratamiento nacionales y también en cada hospital. Cada centro hospitalario debe conocer cuál es la epidemiología local, cuáles son las bacterias que circulan en su propio centro y poder tener esas medidas de control. A veces, es necesario tomar medidas de aislamiento de contacto, pero en casos como la tuberculosis esos pacientes son aislados también en el ámbito respiratorio y tienen que estar en entornos especiales. En pacientes con VIH no están aislados, porque el virus está en la sangre; en ese caso lo que hay que tener claro es que si su pareja se infecta, puede tener también un virus resistente. El aislamiento, el tratamiento empírico y la aproximación al paciente siempre va a depender del tipo de resistencia y de germen del que estemos hablando.
—¿Qué pueden hacer los y las profesionales de la salud ante esta crisis?
—Lo primero que hay que hacer es transmitir información. Informar a los pacientes de que la automedicación con antibióticos es una de las principales causas que están generando resistencia en la comunidad. Después, tienen que buscar ellos también más información en la importancia del uso racional de los antibióticos, y no prescribir antibióticos en infecciones que no estamos seguros si son bacterianas o no. No ceder a la presión de los padres preocupados porque los niños tienen fiebre. Los antibióticos no son ansiolíticos, deben tener su lugar específico.
—A la gente que trabaja en las farmacias y en el Estado les diría que se debe seguir haciendo presión para exigir la venta bajo receta de los antibióticos para que así no se promueva la automedicación y el uso descontrolado. Después están los programas de vigilancia epidemiológica. Hay que seguir buscando esta información y seguir viendo cuáles son las tasas de bacterias resistentes en cada comunidad y en los hospitales. En la Ciudad de Buenos Aires se empezó a dar más espacio a este tema que estaba un poco desprotegido. Se está empezando a juntar información y realmente hay mucha prevalencia de resistencia en muchas instituciones hospitalarias de la ciudad.
—¿Se cuenta con información sobre la prevalencia de estas bacterias en los centros hospitalarios?
—Sí, la mayoría de los hospitales lo conoce. Cualquier infectólogo que trabaje en un hospital sabe que en su hospital o terapia intensiva hay una cantidad de bacilos gran negativos resistentes y conoce cómo tratarla. Por eso creo que va haber una alta demanda en este libro, porque están al tanto de los problemas que hay que resolver.
—¿Todas las bacterias pueden desarrollar resistencia?
—La gran mayoría de los microorganismos pueden desarrollar resistencia. Afortunadamente, a la sífilis, por ejemplo, no se le ha encontrado resistencia todavía. Ahora estamos viviendo una epidemia de sífilis y se sigue tratando con el antibiótico más viejo, que es la penincilina. La posibilidad de que una bacteria se vuelva resistente depende de muchas cosas: de su tipo de estructura genética y de si tiene la posibilidad de mutarla y de generar cepas diferentes que se adapten mejor a los antibióticos (eso pasa mucho con los virus); del lugar donde se alojen, las bacterias que están en el instestino pueden ser mucho más resistentes; y en casos como la tuberculosis la causa más común son los malos tratamientos previos: como es una enfermedad que se cura muy lento, con tratamientos de seis o nueve meses, la persona los puede tomar mal y así desarrollar resistencia. Lo que más preocupa desde el punto de vista de salud pública es cuando alguien que desarrolló resistencia la transmita.
—¿En el caso del HIV, cómo se está abordando este tema en el país?
—En HIV una persona puede desarrollar la resistencia por no tomar la medicación de forma constante, lo que le da la posibilidad al virus de adaptarse, pero también está el contagio directamente de un virus resistente. La OMS establece que cuando hay más de 10% de resistencia a un medicamento en la comunidad, este ya no se debería utilizar. Eso en Argentina ha pasado, nosotros los primeros tratamientos de HIV los hacíamos con efavirenz y ahora que la resistencia es de 14%, se cambió este año la medicación a otra que se llama dolutegravit, en combinación con otros dos medicamentos. Si uno quisiera seguir utilizando el anterior, habría que hacer un estudio de resistencia.
—Nosotros ahora en Huésped acabamos de iniciar un estudio grande, con 2 mil personas, para saber cuánta gente nueva que se infecte de HIV tiene resistencia. A cualquier nuevo diagnóstico que tengamos, le haremos una prueba de resistencia para conocer cuál es la prevalencia de resistencia en la comunidad a todos los medicamentos utilizados para tratar el HIV. De momento, estamos trabajando con cinco centros en Buenos Aires, pero queremos incorporar más y hacerlo en todos los centros que podamos.
—¿Cuentan con data actualizada sobre la prevalencia del HIV en Argentina?
—Sí. Se calcula que hay 120 mil personas infectadas de HIV en Argentina y un tercio de estas personas están en la ciudad de Buenos Aires. Eso es lo que se estima en total, y se calcula que solo 70% está diagnosticado, lo que quiere decir que 30% no lo sabe. Por eso, hemos abierto un centro de testeo gratuito en Huésped, para que cualquier persona que tenga la duda pueda venir a hacerse una prueba rápida en 15 minutos de 13 a 17 horas de lunes a viernes.
—¿Cree que el trasplante de células madres pueda llegar a ser una alternativa para el abordaje de pacientes contagiados por bacterias resistentes?
—No lo creo, porque el trasplante de células madres te va a generar una mejor defensa contra algunas enfermedades pero estas bacterias resistentes son de por sí patógenas, o sea que cualquier tipo de células que tengan otras personas van a seguir siendo susceptibles a estas bacterias. El trasplante de células madres se utiliza mucho para enfermedades propias relacionadas con daños genéticos o metabólicos, donde las células madres reemplazan lo que está ocurriendo mal.
—En el caso de HIV ha habido precedentes del funcionamiento de la técnica ¿No podría ser esa una ventana?
—En el caso del HIV, hubo éxito porque hay por suerte una mutación en 1 de cada 3mil personas que hace que esa persona no se infecte y es un receptor de la célula de cada uno. Entonces, si le trasplantas esa célula con esa mutación, esa persona no tiene cómo hacer que el virus entre; pero en el resto de las enfermedades es muy difícil porque se no tiene tanta especificidad, o al menos no se ha descubierto.
—En lugar de las células madres, puedo decir como alternativas que hay vacunas que se están estudiando para algunas bacterias como el neumococo o enfermedades por bacilos gram negativos, para atacar la infección sin necesidad de antibióticos.