Aunque no ha sido tan estudiado y tiene menor mortalidad que en el caso de los adultos, en edad pediátrica la morbilidad es mayor
Luego de los primeros 28 días de vida, entre 3 y 6 de cada 100 mil niños/as pueden sufrir algún tipo de Accidente Cerebrovascular (ACV). Es decir, una incidencia mayor que los tumores cerebrales en la infancia. La cifra la recoge el servicio de Neurología del Hospital de Pediatría Garrahan que, en un informe, señala que en el periodo neonatal la incidencia es aún más alta: tanto el ACV isquémico como el ACV hemorrágico tienen la misma prevalencia, es decir, 1 caso cada 4 mil recién nacidos.
Y aunque el ACV en la infancia no ha sido tan estudiado y tiene menor mortalidad que en el caso de los adultos, en edad pediátrica la morbilidad es mayor, con secuelas que pueden ir desde la epilepsia, déficit motor caracterizado por hemiparesia derecha, de déficit de aprendizaje, trastornos visuales, del comportamiento, etc. Las causas, hoy en día, siguen siendo investigadas, aunque la evidencia ha demostrado que son muchas más que las se presentan en la adultez. Por lo tanto, el diagnóstico se dificulta más.
“En niños previamente sanos, una de las causas más frecuentes son las arteriopatias o enfermedades en la pared del vaso. El otro grupo es de los niños que tienen una enfermedad de base, donde las cardiopatías congénitas son una de las causas más frecuente de un ACV”, explica en el informe la Dra. María Celeste Buompadre, neuropediatra del Hospital de Pediatría Garrahan
Al respecto, el estudio “Accidentes cerebrovasculares en el niño y en el adolescente”, realizado por un equipo de especialistas del Hospital General Universitario Gregorio Marañón, Madrid, España, identificó los siguientes factores de riesgo:
Para el ACV isquémico (el más común en la infancia):
Para el ACV hemorrágico (poco común en la infancia):
Se ha estudiado también la relación con complicaciones durante el embarazo y la incidencia de ACV en el bebé incluso antes de su nacimiento. Entre esas: preeclampsia, ruptura prematura de membranas, diabetes, infecciones, drogadicción, abrupción placentaria, entre otros.
En una revisión para la ONG de salud infantil Nemours, el Dr. Harry S. Abram, Jr, médico especialista en neuropediatría, señala que el ACV en la infancia, sobre todo el ACV perinatal y de la primera infancia, son difíciles de diagnosticar, pues pueden ser asintomáticos o sin síntomas detectables.
Por lo tanto, el especialista recomienda al médico tratante que someta al niño las siguientes pruebas médicas:
“El problema con los niños es que casi no existen medidas de prevención primaria para estos casos, porque los chicos no tienen los mismos factores de riesgo que los adultos, como la hipertensión, el tabaquismo o las displidemias; entonces la prevención es secundaria y lo más importante es el reconocimiento precoz del ACV, tanto de los padres como de los médicos, y evitar recurrencias, es decir que se produzca un nuevo infarto”, apunta al respecto la Dra. María Celeste Buompadre, neuropediatra del Hospital de Pediatría Garrahan, quien identifica, además, algunos síntomas de alerta que el pediatra –y la familia- no debería dejar pasar.
Síntomas de alerta para detectar un ACV en la infancia:
-Debilidad o adormecimiento de la mitad del cuerpo.
-Dificultad para hablar o para entender.
-Debilidad en la mitad de la cara.
-Dolor de cabeza intenso, especialmente asociado a vómitos y somnolencia.
-Visión doble o pérdida de la visión.
-Mareo, dificultad para caminar o en la coordinación.
-Convulsiones, especialmente en la mitad del cuerpo.
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